Relaciones
Memoria de una agresión
El pasado sábado después de cenar andaba yo por las calles de Alonso Martínez, Madrid.
Paseando animadamente con mi acompañante, vimos dos chicas jóvenes discutir. De entrada, lo que hicimos fue pasar cerca, disimuladamente, sin hacernos notar.
Ya bajando la calle, vuelvo a mirar atrás justo cuando una de ellas se abalanza sobre la otra. Empiezo a correr cual loca hacia ellas, gritando “¡CHICAS, CHICAS, YA!”. Con una trenca Montgomery por capa.
Pararon al instante. Con sus respiraciones agitadas decían “Si… Si… Perdón… Si.. Si”. Les pregunté qué necesitaban y nos llevamos a la agredida a dar un vuelta mientras la otra no quería quedarse.
Yo no sé el guión ni la historia. No sé ni el antes ni el después. Le di mi teléfono. Esperé a que alguien viniera a por ella.
Sus amigas vinieron con la “otra” y no sé si la creían. Querían saber “quién había pegado a quién, y cómo, y dónde, y qué la otra, y es que tú…”.
Ahí marché, con la única recomendación de que se alejaran y se marcharan a casa y que yo dejaría mi teléfono activo.
Hoy sé que, por ahora, está bien.
Este testimonio que os comparto, además de para recordar que el patriarcado, el desamor y el apego tóxico se dan también en parejas del mismo sexo, género y toda diversidad LGTBIQ* y que las nuevas generaciones están sufriendo y mucho, es también para deciros que SÍ, se puede hacer algo, con un grito vale. Y si te parece mucho exponerte y acercarte, grita y llama a la policía.
La violencia existe porque creemos que es legítima y privada.
No hace falta ni ser terapeuta ni experta en género, solo que no cierres los ojos. Igual no te das un paseo ni haces una acogida de emergencia, ni respiras con ella. Pero puedes gritar y puedes pedir ayuda. Lo importante es parar lo que esté pasando.
Doy gracias a todas las personas que me han ayudado en mi auto apoyo para ahora tener este fuego y saber usarlo para mí y al servicio. GRACIAS.
Grita.
Delfina Mieville Manni
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