Experiencias
BIENVENIDO, CYBORG
Otoño tarda en hacerse ver, al menos en esta Península. Caen pocas hojas, hace calor, no sabemos qué ponernos y no sabemos si estar para fuera o para dentro. De hecho este tiempo pide seguir fuera, a pesar de que el Otoño suele llamar a sopas calientes, tazas, primeros abrigos, poesía, música suave. Suele pedir una digestión de las emociones veraniegas y mirar “yo dónde estoy”.
Otoño parece una estación más pausada, romántica y sensible. Creo que todos-as al menos en algún momento de nuestra vida hemos entendido “sensible” como frágil, blando e incluso infantil. Justo son los niños, que no los y las adultas, quienes sienten y hacen algo con eso.
En algún momento de nuestra historia personal y social nos dijeron “sentir es malo”. Y en un mundo patriarcal, más. Sentir es peligroso, hay que prestar cuidado: pueden pasar cosas. Sí. Y pasan.
Una profesora mía, Azucena González, dice esta frase: “¡Cuánto sufrimos por no dolernos!”.
Hoy hablaré solo de la primera fase del sentir, no de qué hacer con ello. Eso mandaría de otro capítulo.
De entrada, confundimos sentir con pensar y pensar con rumiar, y rumiar con meditar.
Para saber qué siento y qué hago con ello (si es que tengo que hacer algo más que sentirlo), tendré que dejarme sentir, ¿cierto?
Para muestra un botón. Cuando murió mi madre tuve que resolver tantas cosas prácticas y resolver las emociones de otros que yo tiré tranquilamente para adelante. Además tenía su beneficio: ¡qué fuerte! ¡qué valiente!, me decían. Y así alimentaban mi ego. Era “funcional”: ellos sentían y yo me encargaba de todo.
Hasta dos años más tarde no vi la herida. Mucho tardé en limpiarla.
La sociedad frenética –que somos nosotros-as, no nadie de fuera– hace que miremos a otro lado.
Yo lo llamo el “nomeenterismo”: no me entero de lo que siento, no me entero de lo que me pides, no me entero del daño que hago, no me entero del daño que recibo.
Y claro, si no me entero, ¿Cómo me van a pedir responsabilidades?
“No se enteró, lo hizo sin darse cuenta”, dirán.
En Gestalt y no solo en el humanismo sino también en el Tao, en el Zen, en el Budismo, en las culturas prehispánicas, se habla del “darse cuenta”, esto es: consciencia.
El Derecho dice que el desconocimiento de una Ley no exime su cumplimiento.
El nomenterismo nos hace infantiles seres narcisistas, adultos en pañales, con juguetes caros. De este modo, nos encontramos situaciones como, por ejemplo, mirar fijamente un iPhone de 900 euros y con un miedo sin resolver en el estómago.
Anestesia. Cyborg. No me entero. Así no duele.
Por otro lado, a la par de enfriarnos, crecemos con la piel muy fina y muy susceptible. Que no sensibles. Nos escuece el pañal y no sabemos qué hacer.
Que duda cabe que, para sentir, hace falta tiempo y un entorno que pueda sostener nuestra emoción. El entorno puede ser estar a solas y tranquilas con un té. O puede ser poder tener a alguien que nos abrace hasta que vayamos pasando nuestra angustia.
¿Es un privilegio entonces sentir? (Repito: hablo de sentir, no de rumiar, y andar lloriqueando porque me pica el pañal y murmurando porque no se clasificó mi equipo). Puede ser un privilegio. Es un privilegio sentir si tengo que pensar en sobrevivir, en qué comer y dónde guarecerme. Si tengo un ser querido muriendo y una familia que sostener. Puede ser un privilegio, como el sexo. La virtud está en la medida y si siempre leo el sentir como exceso o privilegio.
¿Dónde y qué lugar le estoy dando a mi corazón, mis emociones y necesidades en mi vida?
No voy al psicólogo porque mi hijo necesita una ortodoncia. No paro a leer en paz porque tengo que hacer la colada. No descanso porque tengo que dormir
Estás evitando sentir – estamos-, y evitamos sentir porque a veces si sentimos el mundo que hemos montado se derrumba. Ya no podemos seguir con el papel de teatro.
Dejo de fingir.
Una reflexión mía, para nada científica, es que observo muchas personas con pánico a la intimidad, pánico a mostrarse vulnerables, que no sabrían sostener la emoción de amar y ser amadas. Estas mismas personas luego corren con el coche a 150, o se tiran en Puenting, lloran con las vidas que presenta Netflix, o unen todos sus sueños y frustraciones debajo de una bandera de una ideología, de un equipo y una promesa.
Parece entonces que parecerse a un cyborg es sexy, la máquina es mejor que el ser humano. Blade Runner, Ghost in the Shell, Matrix… Qué duda cabe que estando en un patriarcado, donde se subraya masculino como bueno y lo femenino como no tan bueno atribuyendo a cada uno estos conceptos valores inventados, además antagonistas y binarios (hombre fuerte -mujer sensible ..), nuestro sistema esté basado en frialdad, fuerza y producción.
Se me dice que soy valioso porque no siento, produzco y tengo habilidades, no por el simple hecho de ser. No por mi capacidad de amar, viajar, por sensaciones o emociones, ligeras, pesadas…las emociones tenues son tan necesarias como las intensas.
Que todos los seres sintientes puedan alcanzar la felicidad y sus causas. Que todos los seres sintientes puedan estar libres del sufrimiento y de sus causas. Que todos los seres sintientes puedan nunca ser separados de la felicidad que está libre de sufrimiento…(…) Oración Budista.
Y ahora te pregunto, ¿Qué pasaría si hoy te pararas, una hora, media hora, a sentir, a estar contigo? Sin móvil, sin ipad, sin wifi, solo tú, sin excusas. Solo te quedarás unos minutos contigo, tu respiración y tus sensaciones.
¿Qué pasaría si sintieras hoy?
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